En Oriente
las arenas son rojas.
El antes mendigo y perseguido
se protege bajo el manto del que alguna vez
fue monarca del mundo
y se olvida viendo hacia el otro lado
que en Europa también fue mendigo.
Punta pie tras punta pie,
hundiste el odio en la carne Palestina
y paso a paso
le robaste su tierra a punta de fusil y muerte.
Miles de súplicas al viento desde esa prisión
y miles de mensajes en botellas
que no son de cuento
y no tienen un final feliz.
La pesca se ha vuelto un campo de tiro,
en el cual los inocentes navegan bajo la mira siniestra
de los pájaros sin alma
que los despedazan desde el aire cual demonios del mal.
El surco de paz que otros trazaron
quedó en la arena, por el pensamiento y la búsqueda del entendimiento
y se borró en la brisa de ese mañana de esperanza
que nunca, nunca llega, quizá por ser mañana.
La mirada envejece viendo el horizonte,
esperando la respuesta del mundo
que se alerta prominente por la muerte lejos en esa tierra pisoteada,
pero se descansa en vergonzosos discursos de humanidad
Y se alerta presuntuoso en reverencias al monarca
de vestiduras azules manchadas de sangre
que lleva con orgulloso despotismo su medio centenar de estrellas
que hoy brillan con pálido semblante y escondidas derrotas.
Reconforta y conmueve al mundo
tanto heroísmo Palestino
pero también entristece y perturba
su miserable existencia.
¿Será que llegó el momento de la libertad?
¿O seguiremos siendo prisioneros de la Dictadura mundial?